En 1988, el escritor leonés Julio Llamazares escribió una de las obras más célebres de la literatura contemporánea. Se trata de La lluvia amarilla, novela que narra de modo magistral las vivencias del último habitante de Ainielle que, cegado por la luz otoñal y la nostalgia, aguarda entre recuerdos su propia muerte.
La aldea abandonada de Ainielle está situada en el Sobrepuerto, un altiplano que, a los pies del macizo de Tendeñera, está jalonado por una decena de aldeas deshabitadas desde mediados del siglo pasado.
Sobrepuerto, en el interfluvio Gállego-Ara, constituye un privilegiado balcón desde el que se divisa el Pirineo y la Sierra de Guara, mientras se anda por un paisaje que el viejo hombre pirenaico cinceló de modo asombroso. Por todo ello, la zona a recorrer nos permitirá andar entre bancales milagrosos, sendas aéreas, viejas bordas que aún se tienen en pie y guardan el olor a cosecha, aldeas que aún permiten escuchar los latidos de las gentes que se fueron, chimeneas que aún guardan el eco de los mitos y las leyendas, viejas iglesias arrodilladas ante la noche medieval y, todo ello, envuelto en un paisaje donde lo mediterráneo, lo atlántico y brumoso se abrazan con pasión.
Dicho esto, se comprenderá por qué la ruta de La lluvia amarilla constituye un viaje ideal para practicar la media montaña al tiempo que nos adentramos en los ámbitos de la antropología y la vieja cultura pirenaica.
Aunque cabrían otros itinerarios, el escogido es el ideal para conseguir todos estos objetivos y, por ello, a la organización no le cabe la menor duda, que quien escuche los pálpitos mágicos de la zona, querrá descubrir, en otra ocasión, el resto de posibilidades que encierra (Enrique Satué Oliván).